Una "gema" muy curiosa ha sido analizada recientemente al Laboratorio del IGE. Se trataba de un cristal de forma octaédrica, aparentando un diamante en bruto de más de 10 quilates de peso. Ya en la primera observación de la piedra con lupa se vió cláramente que se trataba de una imitación cuidadosamente tallada para aparentar un cristal de diamante en bruto, conclusión que se confirmó inmediatamente por la espectroscopía Raman, donde el mineral fue identificado como topacio.
La imitación estaba bastante bien hecha, presentando incluso marcas trigonales en las caras de octaedro, realizadas por el lapidario para aparentar los típicos trígonos de los cristales de diamantes naturales. No obstante, a la lupa estos falsos trígonos presentaban un aspecto muy diferente a los de diamantes, donde son de bajo relieve, orientación opuesta a la cara triangular del octaedro y normalmente más de uno en cada cara.
Otra característica que delataba la falsificación era un plano de exfoliación perfecta en dirección totalmente imposible para un cristal de diamante que presenta exfoliación paralela a las caras de octaedro. Además, el cristal presentaba velos de inclusiones fluidas bifásicas, también imposibles de observar en un diamante.
El topacio se utiliza con frecuencia para fabricar este tipo de falsificaciones. Su peso específico es idéntico al de diamante y, además, presenta muy elevada conductividad térmica, que puede situarse muy cerca o incluso dar lectura positiva en algunos testers de diamante, dependiendo de la calibración del aparato. No obstante, una observación con lupa puede ser suficiente para no confundir estas imitaciones con diamantes naturales.

Uno de los vértices del falso octaedro, cortado por un plano de exfoliación en dirección incorrecta para el diamante, donde la exfoliación es paralela a las caras de octaedro.